Los seres humanos expresamos muchas de nuestras emociones a través de nuestra relación con la comida. En este caso se trata de las emociones reprimidas, es decir, aquellas de las cuales no somos plenamente conscientes. Las que no aceptamos. Y como toda represión es fallida, esas emociones retornan y muchas veces se expresan a través de la forma de comer o de lo que comemos.En el ser humano la comida es mucho más que un tema biológico. Desde el punto de vista simbólico, tiene relación con la madre y con todo lo maternal. Habla acerca de nuestra forma de amar y ser amados. De nuestra forma íntima de relacionarnos con la vida. El que no come, de una u otra manera, expresa un cierto deseo de no continuar con su vida. El que come demasiado, muestra una cierta necesidad de sobrevivir frente a una amenaza real o imaginaria.
La comida con picante y la tristeza
La palabra “picante” no solo se aplica a la comida que tiene ese gusto, sino también a las situaciones o personas que generan entusiasmo o gracia. “Ponerle picante” a algo es añadirle una dosis de interés. No es gratuito que se emplee de esta forma la palabra.
Según la doctora Minich, el picante le apetece mucho a quienes están tristes. Algunos lo consumen hasta llegar a las lágrimas. Quieren emoción, intensidad y acción en sus vidas. Sin embargo, no lo reconocen o tienen miedo de hacer algo nuevo. Compensan ese deseo frustrado comiendo picante.
Los horneados dulces y las rutinas agobiantes
Dentro de este tipo de comida se ubican los pasteles, bizcochos, dulces con harina, pays, etc. Es uno de los antojos más frecuentes y también uno de los mayores culpables del sobrepeso en el mundo. Hay personas obsesionadas con estos dulces horneados. ¿Por qué?
Al parecer, quienes sienten este tipo de antojos son personas que están viviendo dentro de una rutina que los tiene fatigados. Sienten que hay poca alegría en sus vidas.
También suele estar relacionado con la necesidad de contar con amor y afecto en sus vidas, con el deseo de recibir cariño por parte de amistades, familiares o una pareja. Se encuentra así en estos alimentos el consuelo y la dulzura que no obtenemos de fuera.Un tipo de dulce muy apetecido y que nos dice mucho sobre las emociones es el chocolate. Este delicioso producto nos envuelve en un cúmulo de sensaciones agradables, de bienestar y enamoramiento que no se equipara con ningún otro.
Los aficionados a la comida salada
Los alimentos tienen un punto de sal adecuado. No es tan “al gusto” como se supone. El punto de sal correcto exalta el sabor de una comida, pero no la invade. Sin embargo, hay quienes necesitan ponerle un toque más de sal a todo para que sus paladares agradezcan de la misma forma este sabor. Rechazan lo dulce y adoran todo lo que tenga sal de más, hasta un punto claro.
Los amantes de la cafeína
El antojo de productos con cafeína, como el café, es parecido al deseo de consumir alimentos picantes en el sentido de que hay un impulso para “cobrar vida”. Sin embargo, la vivacidad que buscan los amantes de la cafeína es una llamada a la acción intelectual. Quieren procesar y asimilar intelectualmente toda la información que puedan.Los amantes de la cafeína son los malabaristas de la mente. No obstante, en el fondo de toda esta actividad está el agotamiento cognitivo. El café genera la falsa ilusión de estar alerta y renovado todo el tiempo, pero, en realidad, lo que hace es agotar al organismo, especialmente cuando su consumo diario es excesivo.
La leche y sus derivados
Si sientes predilección por la leche, los yogures o el queso es probable que anheles bienestar, calma y confort. La leche y sus derivados recuerdan al alimento proporcionado por la madre en las primeras etapas de la vida; además, esta contiene péptidos con efectos opioides, similares a las endorfinas que se encuentran en la leche materna, y que aportan relajación y bienestar.
Entendiendo el hambre emocional
Generalmente consideramos hambre emocional al acto de ingerir alimentos para ocultar o tapar las emociones que nos negamos a gestionar. Suele asociarse con el consumo de comidas calóricas y procesadas pero, en realidad, podemos extender este concepto.Si no estamos en contacto con nuestro mundo emocional, si no le prestamos atención, este puede reflejarse en nuestras elecciones alimentarias. Así, podemos fijarnos en aquello que se nos antoja comer para comprender cómo nos sentimos y abordarlo.