¿Consideras que te pones una máscara? ¿Te limitas al expresarte? ¿Tu verdadero yo está escondido detrás de una armadura o un muro? ¿Te relacionas con las otras personas sin mostrar tus emociones? ¿No te gusta enseñar tu vulnerabilidad? ¿Sientes que te reprimes o te inhibes? Si es así, ¡Estás viviendo a medias! Sería mejor disfrutar de tus emociones y poder compartirlas. Si quieres sentirte liberado/a, a continuación te explico cómo empezar a quitarte la máscara. Te advierto que el camino no será fácil, pero seguro que lo consigues.

Para comenzar, es necesario que entiendas que ponerte la máscara es un mecanismo de defensa, una manera de protege. No alimentes los sentimientos de culpabilidad o intenta no “machacarte” a ti mismo/a por el hecho de ponértela. Con una probabilidad muy alta, lo estás haciendo lo mejor que puedes. De hecho, es muy común edificar barreras aparentemente protectoras. Quizás al principio pienses que así nadie podrá lastimarte y que no te sentirás abrumado por emociones desagradables, como el miedo o la tristeza.

Aparentemente o de manera temporal, la máscara puede brindarte esta sensación de protección. Sientes que tienes el control y que puedes quitártela y ponértela cuando lo necesitas. Más adelante, te das cuenta de que te has acostumbrado a ella y que ya no es tan fácil mostrarte libremente, sin protecciones. Cuando en lugar de protegerte te atrapa, aparece el problema.

1. Darte cuenta y estar preparado/a para quitarte la máscara

El primer paso para lograr quitarte la máscara es darte cuenta de que la llevas. Quizás desde hace mucho tiempo, más del que te imaginas. Quizás no te has dado cuenta de que te estás intentando proteger de esta manera o quizás no sea este tu caso. Afortunadamente, existen otras formas de evitar daños que realmente funcionan. Puedes aprender a cuidarte mejor.

Una vez conocida, identificada, para que la máscara desaparezca tiene que existir este deseo. Para ello, es importante entablar una negociación positiva con tus conflictos internos. Para ello necesitas encontrar ese ritmo que tu mente y corazón necesita.

2. Tener paciencia y valentía y sentirte acompañado/a

La paciencia es una valiosa cualidad porque, entre otras funciones, consigue que la motivación se mantenga. En este sentido, también tiene que ver con generar un espacio para que la transformación se produzca. Sí, esa trasformación profunda que interviene sobre el foco del problema y produce cambios susceptibles de mantenerse en el tiempo.

Solucionar los conflictos internos requiere de una motivación grande que solo tú puedes alimentar. Por eso, es indispensable la valentía, otra poderosa cualidad que te permite afrontarlos.

3. Conocerte y aceptarte

Para poder aceptarte a ti mismo/a es indispensable que primero te conozcas. Conocerse significa saber lo que quieres, qué te gusta, qué te gustaría conseguir, etc. Quizás crees que lo tienes claro, pero es probable que necesites conocerte un poco más. Puedes dedicarte más tiempo a ti, a solas, sólo contigo mismo/a. Este tiempo tiene que ser de silencio, sin distracciones e, incluso, sin pensamientos. La finalidad es poder sentir. Sentir las sensaciones de tu cuerpo y tus emociones.

Puede ser que no dediques tiempo a estar solo/a por miedo a sentir tus propias emociones, pero este es el camino para llegar a aceptarte. Una vez sabes qué sientes, cómo eres y qué te gusta (aunque pueda ser diferente al resto de personas) puedes empezar a aceptarte tal como eres, sin juzgarte. Si te aceptas, será más fácil sacarte la máscara porque no tendrás nada de qué avergonzarte.

4. Amarte y amar a los otros

Una vez que has avanzado en el proceso de conocimiento y aceptación, el amor propio surge de manera natural. Quererte por lo que eres y no por lo que eras en el pasado o por lo que te gustaría ser en el futuro. Quererte con tus cualidades y también con esas características que no te gustan tanto pero que forman parte de ti. En caso de que quieras cambiarlas, puedes considerarlas como oportunidades para aprender. De esta manera, el amor en ti se mantiene fuerte.

Amarte abre la puerta para que puedas querer a otras personas. Este amor propio es el que propicia la generosidad sin que esta corra el peligro de responder a una dependencia, a una necesidad de dar para evitar que el otro se vaya.

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Psicóloga Transpersonal, Experta en liberación emocional, Bioneuroemocion y Terapia Humanista- Sistémica

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